Si algo duele
más que perder una batalla es perderla en un campo en el que no deberías haber
entrado nunca. Será esa manía de tropezar una y otra vez en la misma piedra. De
avanzar con los ojos cerrados y el corazón abierto. Hasta que un día decides abrirlos.
Y el corazón se cierra solo.
Hasta aquí
las promesas que nunca se cumplieron, esa frase tatuada en la que nunca creíste
y los besos que nunca nos dimos. No quiero seguir dando todo por quien no da
nada. A la mierda tu inestabilidad y tus te quieros de papel. Nunca llegaste a
comprender que no puedes tratar por igual a quien te trata diferente, que esto
no era otro juego más en el que dos tontos echan un pulso a la suerte.
Algún día
aprenderás que las oportunidades rara vez se repiten. Que luchar no es una
opción, sino una necesidad. Te darás cuenta de la diferencia entre tener clase
y aparentarla. Que una mirada revoluciona más que las faldas que has subido.
Que la vida no funciona como tú piensas y, desde luego, no como tú la vives.
Abandono esta
estúpida manera de hacerme daño. De esperar a que un día reacciones, y me
demuestres que realmente valía la pena. Abandono tu risa y aquel martes de
fútbol. Tu mirada y tus manos cálidas. Te dejo mitad de Madrid y la pizza en el
horno. Pero llévate tu capacidad de hacerme vulnerable, tus palabras bonitas y
tu acento del sur.
All I wanted was to break your walls,
all you ever did was break me.