martes, 28 de enero de 2014

Magia.

Creí haber olvidado lo que significaba la palabra magia. Tras tantas heridas sin cicatrizar, había alicatado mis sentimientos y encasillado mi sonrisa. Pero entonces llegó aquel día y esa pregunta extraña. Su forma de mirar se convirtió en mi objetivo y su voz en mi paz. Quizá fue su manera de darme la primera copa o aquel primer beso. Puede que fuera aquella lágrima contenida delante de una camiseta roja, o la manera en que me agarraba la mano para sortear a su gente. Él me devolvió la magia.

Café a café me fue reblandeciendo. Unos acordes de fondo y una vela se convirtieron en el plan perfecto de cualquier noche. El invierno me parecía menos frío si él me abrazaba. Se me encendió el alma cuando pronunció aquellas palabras y sentí de nuevo aquellas que había olvidado. Me devolvió el dolor de mofletes y la sonrisa permanente.

Magia es dormirme con su respiración en mi nuca y despertarme con su sonrisa de niño travieso. Magia es poder besarle entre risas, caminar de su mano y morderle en un descuido. Magia es todo aquello que tiene que ver con su manera de fumar y de conducir a una sola mano. Magia es disfrutar viéndolo hablar con tu gente o pidiendo un gin tonic. Y es entonces cuando siento que podría sentir eso toda una eternidad. Magia es pillarle mirándote sin querer o sus besos en la frente. La magia la forman sus silencios y los cinco centímetros de separación entre su boca y la mía. Magia es aquel abrazo en una terraza o el vaho de nuestras bocas en lo alto de una montaña. Magia es guardar su olor en mi almohada y su púa en mi monedero.


Magia es saber que sigue aquí, aunque ya se haya ido.



Only you

miércoles, 15 de enero de 2014

Imagina...

Imagina qué habría sido de nosotros si las cosas hubieran sido de otra manera. Lo mismo ahora estaría mirando esos ojos oscuros en vez de una pantalla de ordenador. Quizá tú habrías asentado la cabeza del todo, o al menos no tendrías necesidad de colgar tu ego por todas las redes sociales. Seguramente habría desafiado una vez más al mundo por estar a tu lado.

Seguiría viendo tu cara de niño chico ante mis magdalenas y llamando a las cosas por otro nombre. No tendrías que estar refugiándote en abrazos huecos y besos de media noche. Lo más probable es que volviera a escuchar el acento del sur con la misma alegría y esperaría el sonido del timbre para tirarme a tus brazos. Tu cepillo de dientes estaría ahora mismo al lado del mío y aquellas calzonas no estarían dobladas en el armario.

Tu respiración seguiría malacostumbrando a mi nuca y quizá pasaras tu mano por la nueva tinta de mi piel. Recordaría cada instante los hoyuelos que te salen al sonreír y dan fin a tu espalda. Recorrería medio Madrid de tu mano en busca de un Taco Bell. Me pondría en guardia, con los puños al frente, esperando a que me abrazaras. Quizá dormiría recordando el último beso, la última caricia o el último te amo.

Quién sabe.

Pero por suerte, no hay nada más que imaginación. Tus equivocaciones y tus miedos me dieron la oportunidad de seguir creciendo sin ti. Me abrieron los ojos y dieron la razón a todos aquellos que no apostaron por nosotros. Me recordaron que los hechos siguen pesando más que las palabras. Que tu mundo y el mío jamás podrían juntarse. Y que aquel que construimos estaba edificado sobre arenas movedizas. Tu solito te convertiste en una casualidad más de mi vida. No quedan ya finales que hablen de nosotros dos en una misma frase. Ni en tu idioma ni en el mío.