Creí haber olvidado lo que significaba la palabra magia. Tras
tantas heridas sin cicatrizar, había alicatado mis sentimientos y encasillado
mi sonrisa. Pero entonces llegó aquel día y esa pregunta extraña. Su forma de
mirar se convirtió en mi objetivo y su voz en mi paz. Quizá fue su manera de darme
la primera copa o aquel primer beso. Puede que fuera aquella lágrima contenida
delante de una camiseta roja, o la manera en que me agarraba la mano para
sortear a su gente. Él me devolvió la magia.
Café a café me fue reblandeciendo. Unos acordes de fondo y una
vela se convirtieron en el plan perfecto de cualquier noche. El invierno me
parecía menos frío si él me abrazaba. Se me encendió el alma cuando pronunció aquellas
palabras y sentí de nuevo aquellas que había olvidado. Me devolvió el dolor de
mofletes y la sonrisa permanente.
Magia es dormirme con su respiración en mi nuca y despertarme
con su sonrisa de niño travieso. Magia es poder besarle entre risas, caminar de
su mano y morderle en un descuido. Magia es todo aquello que tiene que ver con
su manera de fumar y de conducir a una sola mano. Magia es disfrutar viéndolo
hablar con tu gente o pidiendo un gin tonic. Y es entonces cuando siento que podría
sentir eso toda una eternidad. Magia es pillarle mirándote sin querer o sus
besos en la frente. La magia la forman sus silencios y los cinco centímetros de
separación entre su boca y la mía. Magia es aquel abrazo en una terraza o el
vaho de nuestras bocas en lo alto de una montaña. Magia es guardar su olor en
mi almohada y su púa en mi monedero.
Magia es saber que sigue aquí, aunque ya se haya ido.
Only you