miércoles, 14 de mayo de 2014

Escaleras.

Sea como sea, he bajado esas escaleras más veces de las que he pronunciado la palabra felicidad. Aunque esta calle lleve implícito ese sentimiento. En cada peldaño dejé una parte de mi vida, como si tuviera la necesidad de dejar constancia de mi existencia en forma de pisadas de un 36.

Salté de alegría cada tramo cuando traía las notas a casa y andaba a regañadientes cuando tenía que volver a la hora un viernes por la tarde. Sé que también las he bajado corriendo bajo la lluvia, huyendo del dolor de un desamor adolescente. Las he paseado agarrada a una mano durante más tiempo del que imaginaba en un primer momento y menos del que una vez pensé. Me han visto chillar de rabia y reír a carcajadas al lado de una niña rubia. Las he odiado cuando llevaba tres kilos de libros a la espalda. Y las he disfrutado muy lentamente mientras escuchaba mi canción favorita.

Veintiséis peldaños a lo largo de veintitrés años. Como una pasarela, ha sido testigo del nacimiento de mis curvas y de mi iniciación a los tacones. Ha sido mi gimnasio pasivo e involuntario. Y mi sitio de reflexión. El descenso de cada beso de despedida. El tramo donde se han quedado guardados mis deseos. Con barrotes o sin ellos. Y con esas pintadas en las paredes. Sin gente o con cientos de pisadas al día.


La subida de mi vida. La bajada de mi desaliento. 

jueves, 1 de mayo de 2014

Eres.

Jamás pensé que una sola persona pudiera ser tanto.

Eres aquella casualidad que se volvió causalidad. La sonrisa que enamora, los labios que callan. Eres la cara más bonita una mañana de domingo, los brazos que me abrigan por la noche y todo el amor que cabe debajo de la espuma de un buen café. Eres el descaro más tímido que jamás conocí, la mirada menos inocente. Eres una cara de cabrón convertida en corderito en tan solo dos segundos y medio.

Eres la camisa negra más sexy de toda la ciudad. El único gin tonic, lo más cierto en horas inciertas. Eres la cara de felicidad de un niño y la madurez repentina de un adulto. La foto más cani de cualquier servicio de trabajo, la persona más elegante detrás de un mandil. Eres el abrazo más necesario, mi voz preferida, el kilómetro más cercano. Eres el impulso que arrasa con todo.

Eres el sentimiento más puro, el acorde preciso, la lágrima siempre contenida. Eres el desastre más perfeccionista, el ukelele más flamenco. Eres el refugio detrás de cada huida, la parte proporcional de mi locura. El jazz más bonito de una noche de jueves, la única manera de entender la música.

Eres siempre un cigarro a medio consumir, la mano que nunca conduce. Eres la silueta de aquellos atardeceres, mi barba favorita. Eres un gorro calado por las calles madrileñas, una púa en un monedero. La mejor foto en blanco y negro, el pelo más despeinado. Eres el posible futuro tras las fronteras, mi vida y media.


Aunque con un simple ERES me vale