lunes, 19 de noviembre de 2012

Tal vez...


    Todo iba bien. Gente nueva en mi vida, nuevas perspectivas, nuevas metas. Una filosofía de vida diferente. Un cambio de color de pelo y algunas copas de más. Pero me descuido un segundo y llega la debilidad. Y me acuerdo de momentos sueltos, incoherentes, para nada relacionados entre sí. Una sola canción me hace recordar aquella cara delante del espejo, con un jersey a estrenar. Un pompón naranja colgando de una botella vacía. De ese libro posado sobre la hierba de un septiembre triste. Y una sonrisa a medias. Un sofá naranja, una habitación diminuta y un trivial usado. Canciones que nunca llegaron a ser escuchadas. Y un abismo en medio.

Soy solo un acorde de paso. Un capítulo más en una historia que ahora continúa escribiéndose. Lejos de mí. Con personajes nuevos que disfrutan lo que un día yo viví. Y pueden ver esos hoyuelos, sentir el calor de aquellos abrazos. Cuando hacía frío en la calle, pero ardíamos por dentro. La gente no llegaba a comprender, aunque yo entendía cada una de aquellas miradas. Sin palabras.

Ahora somos dos y dos caminos. Distinto recorrido, distinta soledad. Rodeados de miles de personas que nos recuerdan de dónde venimos. De aquel tiempo en que mi voz enamoraba. Suave y decidida. Segura de lo que susurraba al viento. Y me abrazo a los recuerdos, aunque los acabe poniendo a remojo. En agua salada, de lágrimas desordenadas. Aún en la distancia sigo guardando tu perfume, impregnado en una página dedicada. Y que ha decidido quedarse a vivir en mi cajón. No sé si por mucho tiempo. Tal vez...


           

Y yo, tal vez me olvide de ti...

sábado, 17 de noviembre de 2012

Él no sabe.


Le da una calada. Él cree que es lo único que puede hacerle olvidar sus penas. Eso y largarse lejos. Quizá al lugar de donde vino. Hace cinco años. Con una forma de hablar y de pensar diferente. Con una vida totalmente distinta. Y piensa en todo lo que dejó atrás. Y en lo que ganó. Inevitablemente le viene a la mente esa chica que una vez quiso imprimirse en su piel. Y se siente más perdido que nunca. Solo entre un millón de gente.

Otra calada más. Y cada vez ve más clara la opción de irse a 10.000 km de aquí. Quiere empezar una nueva vida, olvidar esos ojos claros, independizarse, madurar. Sus pupilas se dilatan entre el humo y así ve su futuro, difuminado. No ve otra opción.

Pero él no sabe en realidad lo que vale. No entiende lo mucho que sirve una sonrisa suya. O las palabras que salen directamente de su corazón. Que su alegría es una especie en peligro de extinción. Que las cosas siempre pasan por algo. Que si no ocurre lo que esperas, aparecerá algo mejor.

No se da cuenta de lo mucho que le extrañará la pequeña, el vacío tan enorme que dejará en una persona que conoció hace tan solo tres semanas. Y entonces se dará cuenta de que quizá ciertos enfados no son tan importantes, que el cariño a veces es difícil de demostrar. Que la vida tiene algo maravilloso preparado para él. Solo tiene que pensar qué es lo que quiere llegar a ser. Y luchar por conseguirlo. Porque es una de las mejores personas que puedan existir. Y no es justo que se sienta así. No ahora. 


Es hora de que alguien le diga lo increíble que es. 


                                

Y me destroza que pienses así...

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Serendipity.


Aquel día estaba agotada. Mi mente no dejaba de darle vueltas a cosas sin sentido, intentaba buscar finales alternativos a esa historia a medio acabar. Había dejado atrás muchas cosas en una sola persona. Y aún me dolía. Pero debía mirar hacia adelante. Era fuerte. Y me apetecía demostrárselo al mundo.

No era consciente de que ese mismo día una personita iba a entrar en mi vida. De la forma más extraña y curiosa que se pueda imaginar. Pero por suerte llegaba en el momento preciso. Diferente a los demás. Con una sonrisa crónica y una alegría pegadiza.  Un subidón de optimismo intensivo. Un corazón enorme. Que con un “yo sé cuál es mi lugar” lo arregla todo.

Sin querer me encuentro pronunciando “yo” y “ya” de forma rara. Con una ilusión más en la vida. Y es que a veces solo hay que abrir bien los ojos para ver qué se esconde a tu alrededor. El mundo está lleno de buenas personas, únicamente hay que darse la oportunidad de conocerlas. Quizá te sorprendas. Yo ya lo hice.


“Te conozco de siempre, llegaste hace un rato”


                                


Solo tú decides tu futuro, no te deprimas por las decisiones que tomaron otras personas.
 Lucha por tu futuro ;)



viernes, 9 de noviembre de 2012

2:44


Aún me acuerdo de aquella mañana. Del momento exacto en el que me di la vuelta y únicamente me salió decirte “hola”, con una enorme sonrisa. Aún recuerdo aquel beso robado en una esquina sin significado. Y lo nervioso que te ponías cuando me acercaba lentamente. Todavía siento tu olor impregnado en las sudaderas que inocentemente me prestabas. Y aquellas frases escritas en papeles de cuadros.

Yo entonces era una chiquilla loca, desencantada del amor y segura de mí misma. Y tú, aquel musculoso chico capaz de hacer cualquier cosa por mí. Era una época teñida de colores cálidos, en las que el vello se erizaba con frecuencia. Aún no estaba acostumbrada a tus besos en mi nuca, ni al calor de tu cuerpo. Pero sobró tiempo para darme cuenta de que aún no había descubierto muchas cosas de ti. Que tu espalda se convertiría en mi perdición y que tus oscuras pestañas llegaban a ser las más hermosas del mundo.

Tú alimentabas mis ganas de volar, me sujetabas cuando estaba a punto de caer y me repetías las veces necesarias lo bonita que era. Tan solo hacían falta tus manos y mi sonrisa para completar una noche cualquiera. Aun siendo tan distintos. Nuestras bocas no entendían de diferencias, ni de cordura. Yo simplemente me dejaba querer, por primera vez. Y tú me enseñabas a creer.

La niña se convirtió en mujer y te entregó cada una de sus nuevas curvas. Acabé por dejarte mi vida en tus manos y regalarte una parte de mi banda sonora. Aposté por ti aun cuando dejaste de creer en ti mismo y luché con todas mis fuerzas para que nuestra historia fuese en versión original. Mi cama siempre siguió guardando tu silueta y aún espera a que vuelvas para calentarla.





jueves, 8 de noviembre de 2012

Distinto recorrido, distinta soledad.


Ojalá que todo vaya bien
No tengas frío
Que valen más tus ojos que rezar, a dios,
Que ahora somos dos y dos caminos
Distinto recorrido.
Distinta soledad.
Camino siempre recto por si el gesto
De aquí no pasa nada
Me quita el mal sabor de amor,
Me abrazo a los recuerdos como un preso
De cada verso te haré una canción.

Qué sin querer hacerlo mal
Igual no te supe escuchar
Perdona la sordera
Y es que, verás,
Andaba despertando de soñar
No pude abrir los ojos pa mirar,
Perdona la ceguera.
Camino siempre recto
Por si el gesto
De aquí no pasa nada
Me quita el mal sabor de amor,
Me abrazo a los recuerdos como un preso
De cada verso te haré una canción.

lunes, 5 de noviembre de 2012

El fin.


Se metió la mano en el bolsillo. Encontró un trozo de papel arrugado. Y no pudo evitar acordarse de aquella mañana lluviosa. De aquel encuentro absolutamente surrealista.

- Espero que te vaya bien, de verdad.
-  Y tú, cuídate, por favor.

Se sostuvieron la mirada una vez más. Aquella que tantas veces la había tranquilizado. Ahora estaba desgastada, cambiada. Ella esbozó una sonrisa y se dio media vuelta, intentando fingir que todo estaba bien. Que aquella conversación era un mero trámite. Que su corazón estaba a salvo esta vez. Y empezó a andar. Deprisa, muy deprisa. Quería escapar de allí lo antes posible. Pero su voz, a lo lejos, le detuvo.

- Espera, vuelve un momento.

Indecisa e insegura, ladeó la cabeza. Él estaba allí parado, con su pose habitual. Las manos en los bolsillos y media sonrisa esbozada. Como si no hubiera pasado nada.

- ¿Qué quieres?
- Ven, necesito que nos vayamos enfadados.

No podía creer lo que estaba escuchando. Era totalmente absurdo. Ella jamás podría enfadarse con él. Había sido su punto de apoyo, su energía. Aquella persona que te entiende a la perfección y que con un abrazo consigue que los problemas parezcan más sencillos.

- Estás mal de la cabeza. Ve a un psicólogo.

Se dio la vuelta al instante. No podía volver. No sería capaz de aguantarle la mirada. Sus fuerzas flaqueaban y su sonrisa comenzaba a parecer forzada. Apretó el paso. Y se alejó de allí. De él. De aquella historia cuyo final estaba escribiendo en ese preciso momento.  

Aquel papel tenía razón. Y ella miró a su alrededor. Su vida volvía a tener color. Bastaba con aceptar que ciertas historias tienen su fin. Que es mejor respetar el curso natural de los acontecimientos. Que quizá sea verdad eso que dicen de que las cosas ocurren por algo. Su recuerdo seguía colgando de la pared, pero ya empezaba a formar parte del decorado habitual. Ya dejaba de dolerle. Simplemente tenía que seguir manteniéndolo en el lugar que había destinado para él.



Y cuando el fin se acerque, solo será el principio.



viernes, 2 de noviembre de 2012

Ya verás


Noche fría de viernes. Gotas que chocan contra el alféizar de la ventana. Y yo, desde mi cama, me enfrento de nuevo a las calles que me vieron crecer. Casi no me atrevo a mirar a la ventana, empañada por el contraste de temperatura. Cierro los ojos. Imagino la lluvia caer sobre mis párpados. Y te cuelas en mi mente.

Casi no ha empezado el mes. Noviembre, siempre triste. Y tú ya vienes proponiendo guerra. Sigues sin entender. Las cosas nunca fueron sencillas. Pero tú sigues guiándote con el corazón, a pesar de que acabará conduciéndote a un precipicio. Muy propio de ti. Siempre con los impulsos en el bolsillo. Aunque esta vez es diferente. El juego terminó hace un mes. Yo ya abandoné la partida.

Ya no habrá más bucles, ni batidos de chocolate, ni nuevas bandas sonoras. El boli dejó de dar vueltas y en aquella mesa ya se sientan otras personas. Ahora te toca a ti dejar de jugar. Aceptar que el mundo sigue girando. Debes entenderlo. Aunque para ello yo deba ser fuerte. Aún más. Por los dos. Y aguantar ese "no quiero volver a  saber más", imaginando que viene de la boca de otro.

Abro los ojos. Y tu sonrisa se evapora en el cristal de la ventana. Me escondo debajo del edredón. Y mi almohada es la única que me escucha decirte: "Ya verás como me olvidas. Y te encuentro en cualquier bar, pegando saltos de alegría. Seré cosas que se cuentan. Cosas de la vida".