Todo iba bien. Gente nueva en mi vida, nuevas perspectivas, nuevas metas. Una filosofía de vida diferente. Un cambio de color de pelo y algunas copas de más. Pero me descuido un segundo y llega la debilidad. Y me acuerdo de momentos sueltos, incoherentes, para nada relacionados entre sí. Una sola canción me hace recordar aquella cara delante del espejo, con un jersey a estrenar. Un pompón naranja colgando de una botella vacía. De ese libro posado sobre la hierba de un septiembre triste. Y una sonrisa a medias. Un sofá naranja, una habitación diminuta y un trivial usado. Canciones que nunca llegaron a ser escuchadas. Y un abismo en medio.
Soy solo un
acorde de paso. Un capítulo más en una historia que ahora continúa
escribiéndose. Lejos de mí. Con personajes nuevos que disfrutan lo que un día yo
viví. Y pueden ver esos hoyuelos, sentir el calor de aquellos abrazos. Cuando
hacía frío en la calle, pero ardíamos por dentro. La gente no llegaba a
comprender, aunque yo entendía cada una de aquellas miradas. Sin palabras.
Ahora somos
dos y dos caminos. Distinto recorrido, distinta soledad. Rodeados de miles de
personas que nos recuerdan de dónde venimos. De aquel tiempo en que mi voz
enamoraba. Suave y decidida. Segura de lo que susurraba al viento. Y me abrazo
a los recuerdos, aunque los acabe poniendo a remojo. En agua salada, de
lágrimas desordenadas. Aún en la distancia sigo guardando tu perfume,
impregnado en una página dedicada. Y que ha decidido quedarse a vivir en mi
cajón. No sé si por mucho tiempo. Tal vez...
Y yo, tal vez me olvide de ti...