Habían pasado
unos cuantos años. Diez exactamente. Y ahora volvía a tener sus intensos ojos
marrones delante, mirándolo. No habían cambiado absolutamente nada. Seguía
teniendo aquella pequeña mancha más clara en el iris. Le miró los labios,
aquellos que había besado tantas y tantas veces. Y entonces la recordó hacía
años atrás, con el pelo infinitamente más largo y algo más joven, con aquel
vestido granate que tanto le gustaba. Solía sonreírlo con aquel gesto tan
característico suyo. Y algo le revolvió el estómago.
Ella lo
miraba fijamente, intentando ver en él algo de lo que antaño la había
enamorado. Su media sonrisa seguía intacta, sus aires de tipo duro también.
Pero ahora era todo un hombre. Miró disimuladamente sus brazos, mucho más
hinchados. Y lo recordó hace tiempo, alzándola para subirla a la mesa, mientras
la besaba intensamente. Y sintió una punzada a la altura del ombligo.
Tras unos
segundos en silencio, mientras asimilaban todos aquellos años sin verse, él le
preguntó qué había sido de su vida.
- Acabé la
carrera, me gradué y empecé a trabajar en una emisora de radio. Fui ascendiendo
y ahora soy la conductora de un programa que se emite por la noche.
Él miró hacia
la puerta del supermercado, aún le quedaba tiempo. Cerró la puerta del coche y
se apoyó en ella. Sabía que ahora le tocaría a él resumir su vida de los
últimos diez años. Pero no estaba seguro de querer contársela.
Ella dejó las
bolsas de la compra en el suelo y se retiró el mechón de pelo que le molestaba
en la cara.
- ¿Qué hay de
ti? La última vez que supe de ti estabas trabajando en aquella tienda.
- Sí, eso
duró poco. Luego... Las cosas se complicaron y desde entonces he trabajado en
todo lo que me ha ido saliendo.
Mientras
decía esa frase se dio cuenta de todo aquello que ella le advertía cuando no
era más que un niño. De que tenía que estudiar y labrarse un futuro. Entonces
le parecía algo muy lejano. Ahora entendía la importancia de aquellas palabras.
La miró de nuevo y pensó en su vida actual. Había seguido exactamente los mismos
pasos que le maldijo ella, cuando enfadada y con lágrimas en los ojos, le gritó
que no quería saber nada más de él. Y volvió a recordar las razones de la
decisión que provocaron aquellas lágrimas. Nunca habría sido un hombre adecuado
para ella. A pesar de las advertencias de todos, decidieron luchar por estar
juntos. Pero las dificultades cada vez eran más grandes y no acababa por
encontrar la forma de estar a su altura. La decisión de abandonar era la mejor
opción, al menos para ella, aunque no lo entendiera en aquel momento. Pero algo
le seguía doliendo en lo más profundo. La había dejado marchar, y era
consciente. Unas lágrimas asomaron a sus ojos. Miró de nuevo hacia la puerta
del supermercado. Se había acabado el tiempo.
Ella,
extrañada ante la emoción repentina, miró hacia el mismo lado que él. Vio cómo
dos niños pequeños correteaban y chillaban. Una mujer mal arreglada, con el
pelo enmarañado y cara de estar agotada, los reñía mientras sujetaba con
firmeza la compra. Se dirigían hacia los aparcamientos donde estaban ellos. Uno
de los niños echó a correr y con una voz chillona empezó a llamar a su padre.
Le costó un par de segundos asimilar aquella escena. Le dedicó una última
mirada, confusa y sorprendida. Se encontró con los ojos de él y unas cuantas
lágrimas corriendo por sus mejillas. Y él solo supo decirle lo que nunca
consiguió:
- Lo
siento...
Y si rompí tu corazón anoche
es porque
te amo más que a nada.