viernes, 29 de noviembre de 2013

A veces, sucede.

A veces, sucede que te olvidas del resto del mundo por un corazón medio cerrado. Solo piensas en unos únicos labios, aunque ya sea por costumbre. Y no ves que fuera hay mil más que no tratan de mentirte. Y si lo hacen, no con tantos adornos.

Y entonces pasa, que vuelves a respirar el olor del cigarrillo de otra boca, a mirar a unos ojos transparentes con más humildad de la que te ofrecía aquella mirada oscura. Y vuelves a disfrutar del aire de una noche cualquiera de Madrid, a pensar más en ti misma. Y te das cuenta de que has perdido mucho tiempo en la persona equivocada, aquella que no estaría dispuesta a dar lo mismo que darías tú. A disfrutar de los hoyuelos que aparecen cuando te ríes, a la forma de tus caderas al andar, a verte igual de guapa recién levantada.

Dicen que las mejores ocasiones ocurren cuando menos las esperas, que para ser feliz tienes que aprender a disfrutar de esas pequeñas cosas. De una canción en un momento preciso, del sabor de una cerveza bien fría, de sonrisas fugaces y miradas fijas. Que vivir es paradójicamente eso, vivir. Caer, levantarte, saber disfrutar de tus triunfos y sacar afuera tus fracasos, mantener a la gente que realmente te quiere en tu vida y a la que no está dispuesta a luchar por ti, dejarla ir.


Que siempre va a haber alguien ahí fuera dispuesto a devolverte la sonrisa que alguien te quitó.


domingo, 17 de noviembre de 2013

Del que eras al que ya no encuentro.

Cuando te vi por primera vez creí en tu sonrisa, franca y sincera. Más tarde empecé a creer en ti. Tu mirada de tipo duro consiguió reblandecerme hasta que mis promesas de abandonar se acababan por diluir. Me gustaba pensar que era el destino el que te puso en mi cocina. Ahora sé que simplemente fue una casualidad más, de esas que se cuelan en tu vida. De las que quedan en eso, en una cosa más para contar. Vueltas de la vida.

Ahora, ya no creo en nada. Recuerdo cada uno de los consejos que nunca quise escuchar. Lo de los dos mundos y lo diferentes que éramos. Sabía perfectamente lo que podía perder y lo que ponía en juego. Y aun así vi algo en ti que ahora no encuentro. Decidí arriesgar y apostar por ti. Por nosotros. Pero perdí. Y ahora te miro y no te reconozco. De aquel chico solo quedan las fotos olvidadas y un cigarro a medio consumir. 

Intento repasar las razones que una vez me llevaron a quedarme a tu lado. Pero ya no las encuentro. O no las entiendo. Procuro recordar a aquel que una vez me enamoró, pero se perdió entre sus propios miedos. Ya no queda nada entre tus intenciones iniciales y tus excusas absurdas. Ya me cansé de esperar. Contra tu inconsciencia, murió mi paciencia.


No quiero estar entre lo que éramos y lo que podríamos haber seguido siendo. Ya me rindo. Te dejo en tu mundo, ya no quiero mejorártelo. Tienes camino abierto a vivir tal y como en un futuro te arrepentirás. Pero entonces será demasiado tarde.