viernes, 28 de diciembre de 2012

Single ladies.


Hace 6 años ella subía por las escaleras del colegio. Con sus rizos perfectos y sus finas manos. Apenas la veía cinco minutos al día y reconozco que no me caía nada bien. Con esos aires de chica presumida y rompecorazones. Pero faltó poco tiempo para darme cuenta de que estaba equivocada. Aún no era consciente de lo importante que iba a ser en mi vida.

Un campamento e inquietudes en común. El verano acabó y las cartas en hojas de cuadros llegaron. El año pasó entre apuntes y tardes de café. El odiado septiembre se presentó sin darnos cuenta. Ella empezaba la universidad. Lejos. Muy lejos. Y yo aún debía terminar mi último año de bachillerato. La distancia haría estragos. Eso pensaba yo.

Pero, con el tiempo, te das cuenta de que los kilómetros no separan si ambas personas no lo permiten. Al contrario. A pesar de que habíamos dejado nuestra ciudad y cada una hizo su vida lejos de la otra. Ahí estaba ella, en cada momento decisivo en mi vida. Y yo en la suya. El tiempo moldeó nuestro futuro entonces, ahora convertido en pasado. Pero fuimos nosotras quienes tomamos el mando y decidimos nuestro presente.

Estoy hablando de la chica de los ojos de gata. De la que bebe agua de valencia a pesar de los daños colaterales. Aquella que vuelve loco a cualquiera que se proponga. Que con unas cuantas copas le entra la risa contagiosa y no puede dejar de bailar. La que me agarra de la mano y da la cara por mí. Capaz de entender hasta el más raro de mis sentimientos. Siempre tiene la frase adecuada. Feliz con una hamburguesa a las 5 de la mañana y con los privilegiados que le arañan la cama.

Porque con ella la vida es menos complicada. Subidas a un par de tacones, rompemos la calle y vaciamos chupitos de tequila. Labios rojos y secretos compartidos. La ciudad se nos queda pequeña. Dos batidos y un billar. Un Madrid a medias. Destinos cruzados. 

Y un largo futuro juntas. Y, ya se sabe. Si son hermanos, mejor. 






lunes, 19 de noviembre de 2012

Tal vez...


    Todo iba bien. Gente nueva en mi vida, nuevas perspectivas, nuevas metas. Una filosofía de vida diferente. Un cambio de color de pelo y algunas copas de más. Pero me descuido un segundo y llega la debilidad. Y me acuerdo de momentos sueltos, incoherentes, para nada relacionados entre sí. Una sola canción me hace recordar aquella cara delante del espejo, con un jersey a estrenar. Un pompón naranja colgando de una botella vacía. De ese libro posado sobre la hierba de un septiembre triste. Y una sonrisa a medias. Un sofá naranja, una habitación diminuta y un trivial usado. Canciones que nunca llegaron a ser escuchadas. Y un abismo en medio.

Soy solo un acorde de paso. Un capítulo más en una historia que ahora continúa escribiéndose. Lejos de mí. Con personajes nuevos que disfrutan lo que un día yo viví. Y pueden ver esos hoyuelos, sentir el calor de aquellos abrazos. Cuando hacía frío en la calle, pero ardíamos por dentro. La gente no llegaba a comprender, aunque yo entendía cada una de aquellas miradas. Sin palabras.

Ahora somos dos y dos caminos. Distinto recorrido, distinta soledad. Rodeados de miles de personas que nos recuerdan de dónde venimos. De aquel tiempo en que mi voz enamoraba. Suave y decidida. Segura de lo que susurraba al viento. Y me abrazo a los recuerdos, aunque los acabe poniendo a remojo. En agua salada, de lágrimas desordenadas. Aún en la distancia sigo guardando tu perfume, impregnado en una página dedicada. Y que ha decidido quedarse a vivir en mi cajón. No sé si por mucho tiempo. Tal vez...


           

Y yo, tal vez me olvide de ti...

sábado, 17 de noviembre de 2012

Él no sabe.


Le da una calada. Él cree que es lo único que puede hacerle olvidar sus penas. Eso y largarse lejos. Quizá al lugar de donde vino. Hace cinco años. Con una forma de hablar y de pensar diferente. Con una vida totalmente distinta. Y piensa en todo lo que dejó atrás. Y en lo que ganó. Inevitablemente le viene a la mente esa chica que una vez quiso imprimirse en su piel. Y se siente más perdido que nunca. Solo entre un millón de gente.

Otra calada más. Y cada vez ve más clara la opción de irse a 10.000 km de aquí. Quiere empezar una nueva vida, olvidar esos ojos claros, independizarse, madurar. Sus pupilas se dilatan entre el humo y así ve su futuro, difuminado. No ve otra opción.

Pero él no sabe en realidad lo que vale. No entiende lo mucho que sirve una sonrisa suya. O las palabras que salen directamente de su corazón. Que su alegría es una especie en peligro de extinción. Que las cosas siempre pasan por algo. Que si no ocurre lo que esperas, aparecerá algo mejor.

No se da cuenta de lo mucho que le extrañará la pequeña, el vacío tan enorme que dejará en una persona que conoció hace tan solo tres semanas. Y entonces se dará cuenta de que quizá ciertos enfados no son tan importantes, que el cariño a veces es difícil de demostrar. Que la vida tiene algo maravilloso preparado para él. Solo tiene que pensar qué es lo que quiere llegar a ser. Y luchar por conseguirlo. Porque es una de las mejores personas que puedan existir. Y no es justo que se sienta así. No ahora. 


Es hora de que alguien le diga lo increíble que es. 


                                

Y me destroza que pienses así...

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Serendipity.


Aquel día estaba agotada. Mi mente no dejaba de darle vueltas a cosas sin sentido, intentaba buscar finales alternativos a esa historia a medio acabar. Había dejado atrás muchas cosas en una sola persona. Y aún me dolía. Pero debía mirar hacia adelante. Era fuerte. Y me apetecía demostrárselo al mundo.

No era consciente de que ese mismo día una personita iba a entrar en mi vida. De la forma más extraña y curiosa que se pueda imaginar. Pero por suerte llegaba en el momento preciso. Diferente a los demás. Con una sonrisa crónica y una alegría pegadiza.  Un subidón de optimismo intensivo. Un corazón enorme. Que con un “yo sé cuál es mi lugar” lo arregla todo.

Sin querer me encuentro pronunciando “yo” y “ya” de forma rara. Con una ilusión más en la vida. Y es que a veces solo hay que abrir bien los ojos para ver qué se esconde a tu alrededor. El mundo está lleno de buenas personas, únicamente hay que darse la oportunidad de conocerlas. Quizá te sorprendas. Yo ya lo hice.


“Te conozco de siempre, llegaste hace un rato”


                                


Solo tú decides tu futuro, no te deprimas por las decisiones que tomaron otras personas.
 Lucha por tu futuro ;)



viernes, 9 de noviembre de 2012

2:44


Aún me acuerdo de aquella mañana. Del momento exacto en el que me di la vuelta y únicamente me salió decirte “hola”, con una enorme sonrisa. Aún recuerdo aquel beso robado en una esquina sin significado. Y lo nervioso que te ponías cuando me acercaba lentamente. Todavía siento tu olor impregnado en las sudaderas que inocentemente me prestabas. Y aquellas frases escritas en papeles de cuadros.

Yo entonces era una chiquilla loca, desencantada del amor y segura de mí misma. Y tú, aquel musculoso chico capaz de hacer cualquier cosa por mí. Era una época teñida de colores cálidos, en las que el vello se erizaba con frecuencia. Aún no estaba acostumbrada a tus besos en mi nuca, ni al calor de tu cuerpo. Pero sobró tiempo para darme cuenta de que aún no había descubierto muchas cosas de ti. Que tu espalda se convertiría en mi perdición y que tus oscuras pestañas llegaban a ser las más hermosas del mundo.

Tú alimentabas mis ganas de volar, me sujetabas cuando estaba a punto de caer y me repetías las veces necesarias lo bonita que era. Tan solo hacían falta tus manos y mi sonrisa para completar una noche cualquiera. Aun siendo tan distintos. Nuestras bocas no entendían de diferencias, ni de cordura. Yo simplemente me dejaba querer, por primera vez. Y tú me enseñabas a creer.

La niña se convirtió en mujer y te entregó cada una de sus nuevas curvas. Acabé por dejarte mi vida en tus manos y regalarte una parte de mi banda sonora. Aposté por ti aun cuando dejaste de creer en ti mismo y luché con todas mis fuerzas para que nuestra historia fuese en versión original. Mi cama siempre siguió guardando tu silueta y aún espera a que vuelvas para calentarla.





jueves, 8 de noviembre de 2012

Distinto recorrido, distinta soledad.


Ojalá que todo vaya bien
No tengas frío
Que valen más tus ojos que rezar, a dios,
Que ahora somos dos y dos caminos
Distinto recorrido.
Distinta soledad.
Camino siempre recto por si el gesto
De aquí no pasa nada
Me quita el mal sabor de amor,
Me abrazo a los recuerdos como un preso
De cada verso te haré una canción.

Qué sin querer hacerlo mal
Igual no te supe escuchar
Perdona la sordera
Y es que, verás,
Andaba despertando de soñar
No pude abrir los ojos pa mirar,
Perdona la ceguera.
Camino siempre recto
Por si el gesto
De aquí no pasa nada
Me quita el mal sabor de amor,
Me abrazo a los recuerdos como un preso
De cada verso te haré una canción.

lunes, 5 de noviembre de 2012

El fin.


Se metió la mano en el bolsillo. Encontró un trozo de papel arrugado. Y no pudo evitar acordarse de aquella mañana lluviosa. De aquel encuentro absolutamente surrealista.

- Espero que te vaya bien, de verdad.
-  Y tú, cuídate, por favor.

Se sostuvieron la mirada una vez más. Aquella que tantas veces la había tranquilizado. Ahora estaba desgastada, cambiada. Ella esbozó una sonrisa y se dio media vuelta, intentando fingir que todo estaba bien. Que aquella conversación era un mero trámite. Que su corazón estaba a salvo esta vez. Y empezó a andar. Deprisa, muy deprisa. Quería escapar de allí lo antes posible. Pero su voz, a lo lejos, le detuvo.

- Espera, vuelve un momento.

Indecisa e insegura, ladeó la cabeza. Él estaba allí parado, con su pose habitual. Las manos en los bolsillos y media sonrisa esbozada. Como si no hubiera pasado nada.

- ¿Qué quieres?
- Ven, necesito que nos vayamos enfadados.

No podía creer lo que estaba escuchando. Era totalmente absurdo. Ella jamás podría enfadarse con él. Había sido su punto de apoyo, su energía. Aquella persona que te entiende a la perfección y que con un abrazo consigue que los problemas parezcan más sencillos.

- Estás mal de la cabeza. Ve a un psicólogo.

Se dio la vuelta al instante. No podía volver. No sería capaz de aguantarle la mirada. Sus fuerzas flaqueaban y su sonrisa comenzaba a parecer forzada. Apretó el paso. Y se alejó de allí. De él. De aquella historia cuyo final estaba escribiendo en ese preciso momento.  

Aquel papel tenía razón. Y ella miró a su alrededor. Su vida volvía a tener color. Bastaba con aceptar que ciertas historias tienen su fin. Que es mejor respetar el curso natural de los acontecimientos. Que quizá sea verdad eso que dicen de que las cosas ocurren por algo. Su recuerdo seguía colgando de la pared, pero ya empezaba a formar parte del decorado habitual. Ya dejaba de dolerle. Simplemente tenía que seguir manteniéndolo en el lugar que había destinado para él.



Y cuando el fin se acerque, solo será el principio.



viernes, 2 de noviembre de 2012

Ya verás


Noche fría de viernes. Gotas que chocan contra el alféizar de la ventana. Y yo, desde mi cama, me enfrento de nuevo a las calles que me vieron crecer. Casi no me atrevo a mirar a la ventana, empañada por el contraste de temperatura. Cierro los ojos. Imagino la lluvia caer sobre mis párpados. Y te cuelas en mi mente.

Casi no ha empezado el mes. Noviembre, siempre triste. Y tú ya vienes proponiendo guerra. Sigues sin entender. Las cosas nunca fueron sencillas. Pero tú sigues guiándote con el corazón, a pesar de que acabará conduciéndote a un precipicio. Muy propio de ti. Siempre con los impulsos en el bolsillo. Aunque esta vez es diferente. El juego terminó hace un mes. Yo ya abandoné la partida.

Ya no habrá más bucles, ni batidos de chocolate, ni nuevas bandas sonoras. El boli dejó de dar vueltas y en aquella mesa ya se sientan otras personas. Ahora te toca a ti dejar de jugar. Aceptar que el mundo sigue girando. Debes entenderlo. Aunque para ello yo deba ser fuerte. Aún más. Por los dos. Y aguantar ese "no quiero volver a  saber más", imaginando que viene de la boca de otro.

Abro los ojos. Y tu sonrisa se evapora en el cristal de la ventana. Me escondo debajo del edredón. Y mi almohada es la única que me escucha decirte: "Ya verás como me olvidas. Y te encuentro en cualquier bar, pegando saltos de alegría. Seré cosas que se cuentan. Cosas de la vida".


lunes, 29 de octubre de 2012

Medio segundo


Una foto. Tan solo una imagen. Y medio segundo para darte cuenta de todo. De que todo ha cambiado. Hace unos meses aún era verano, el sol tostaba mi piel y mis pies paseaban por la arena de la playa sin ninguna preocupación. Pero el tiempo, caprichoso, acelera el reloj cuando menos nos conviene. Y doy un paso más de la cuenta. Y me encuentro aquí, lejos de aquella ventana que me abría un mundo nuevo. Una ciudad con olor a ositos de gominola. A paz y tranquilidad. A tierra mojada.

Ya ha llegado el frío y la oscuridad. Ahora mis pies aplastan hojas secas abandonadas en la húmeda acera. La gente pasa a mi alrededor cabizbaja, cada uno en sus pensamientos, en sus particulares preocupaciones. Y me siento perdida. En la enorme capital. Lejos quedan ya aquellas noches de verano, subida a los tacones más altos, con el mundo a mi alrededor. Aún más lejos aquellas caras conocidas, brazos que te sujetan, sonrisas que te dan la vida.

Medio segundo más y todos esos recuerdos se diluyen. Como agua salada que corre por mis mejillas. Está claro. Nada volverá a ser como antes. Miro la vida y me parece distinta. Las calles tienen otro color y la música del pianista de la esquina se ha vuelto melancólica al instante. Será que el otoño ha hecho estragos. Será que nuestros corazones están lejos. Y se están enfriando por culpa del mal tiempo. Pero hoy no me siento con fuerzas para calentarlo. Mejor dejo que se congele. Solo por hoy.



Trato de imaginar calles donde nunca pude estar 
Será mi afán de inventar un lugar donde te pueda encontrar 




viernes, 26 de octubre de 2012

martes, 16 de octubre de 2012

Aún me dueles, a veces.


Nunca pensé que volver me haría tanto daño. A mi ciudad. A la tuya. A esas calles que aún guardan el eco de nuestras voces, las risas ahogadas por el alcohol, los pasos en medio de la noche. A ese billar que me recuerda cada una de aquellas tardes de verano, cada uno de tus movimientos delante de la mesa.

Creí que era lo suficientemente fuerte para afrontarlo tan pronto. Pero me equivocaba. Tan solo dos días allí y ya me estaba quemando. No había lugar, cosa o persona que no me recordara a ti, a esa sonrisa tan peculiar, a la profundidad de tu mirada. A dos calles de ti, sin saber muy bien cómo reaccionar. Pero supe controlarme, supe esquivarte y no dejar que nuestros ojos se encontraran. No dejé que mis pies corrieran a encontrarte, a buscar el abrazo que tanto necesitaba. Corrí entre la gente, huyendo de tu presencia.  

Y volví al frío de Madrid. Con tu recuerdo aún más difuminado y mi corazón con una nueva grieta. Te cedo mi ciudad hasta que deje de dolerme. Hasta que volver no suponga hacerme daño. Mientras tanto, quédatela.




Y sálvate tú.


martes, 9 de octubre de 2012

8 mm


Unas cuantas semanas después. Personas que entran y salen de mi vida en cuestión de horas. Y me encuentro rodeada de desconocidos que juegan a conocerme. De explicaciones sin sentido, de chupitos sin un brindis concreto. De mareos sin un punto de apoyo, de sonrisas sin hoyuelos. De una voz que te explica que son ocho los milímetros que una tecla de piano desciende al ser presionada. De versiones de los Beatles y miradas que se escapan.

Y el mundo se empeña en hablarme de ti, pero yo no quiero escucharle. No puedo permitirme echarte de menos. Porque ya no podría parar nunca. Medio mes evitando echar de menos las cosas que una vez eché de más. Pero lo cierto es que te veo en cada ojos verdes, en cada persona con tu olor, detrás de un “idiota” y en el interior del acorde de cualquier canción. Porque he decidido volverme loca cuando tú te has vuelto cuerdo.

Sigo sin rumbo definido, sin dejar que mi mente asimile que te has ido. Para siempre. Me subo a un par de tacones y salgo a comerme el mundo. Mientras, tú intentarás no encontrarme, perdido en otros brazos. Y solo me queda fingir que eres un espejismo. Para alejarte. Aún más. Es autoconvencerme de que ya no me haces falta. De que mis heridas están casi cicatrizadas. Pero todo se complica cuando llega el domingo. Mojo mis ganas de llamarte en un café de media tarde. Y solo entonces me permito recordarte unos minutos. Como entonces te despedí, de pie en la estación, con media vida corriendo tras de mí, con los ojos empapados en ayer. En un ayer que hoy ha quedado olvidado.




martes, 2 de octubre de 2012

Tu olor escapa lento.




Tal vez exista un lugar
Un sitio oculto en la distancia
Que la vida y su ironía
Donde descansara el amor que nadie usa
y no hizo historia
del que ya nadie hablará

Libera tu sonrisa
una estrella, que en verdad
esta noche asomaría mucho bien
y no servirá de nada la felicidad
no servirá la fantasía
solo quedará el tiempo andado

Flotará en el viento una lágrima
Que volverá hasta ti

Te digo adiós, ciao
Adiós a la memoria en que guardaba años de felicidad, ciao
Me miran enfrentándome a la vida como si estuviera aquí

Tal vez un día el universo me dará una sorpresa
Y me llevara hasta ti
El mundo en el que vivo y donde estás
No tienen diferencia
Aunque yo no lo quería ver

Y giro el mundo y gritaré tu nombre por milenios
Y la espera me sofoca mas aún
Mira que el dolor me va venciendo
Que la soledad me ahoga
Que tu olor escapa lento

Flotará en el viento una lágrima
Que volverá hasta ti

Te digo adiís, ciao
Adiós a la memoria en que guardaba años de felicidad, ciao
admiro aquel que nunca se arrepiente de las guerras que perdió

Me falta paz dentro del pecho
Sé que no puedo hacerlo todo
Porque sin ti la vida no me basta
Si me detengo ante esa puerta
Y si me animo a atraversarla
Entenderé que entonces me he ido ya

Y volveré hasta ti

Te digo adiós, ciao
Tú eras el milagro que bajó del cielo para amarme así.
Ciao
Y caen los recuerdos, se cae todo el universo
Y sigo aquí
La vida como ahora la recuerdas
Un día se fue contigo


domingo, 30 de septiembre de 2012

Hoy todo arde.


Quizá sean tus ganas de salir adelante. Quizá sea mi salvación guardar tu olor en el cajón. Puede que sea la necesidad de escribir lo que me haga acercarme a ti. Aunque estés a una eternidad. Quizá sean todos los besos en la cabeza, o aquel viaje a Senegal soñado. Puede que el destino quisiera esto para nosotros. Muchas cosas se me escapan. No entiendo lo que pasa a mi alrededor. Sigo sin entender por qué hay que alejar a las personas que más te quieren. Por qué tenemos esa tendencia a martirizarnos. Por qué no somos capaces de olvidar, de cerrar heridas. Quizá sea verdad que con el tiempo consigan cicatrizarse. Y si eso sucede, seremos héroes de una guerra perdida. Con marcas que no se borrarán nunca y que, a lo mejor, algún día nos veamos con fuerza para mostrárselas al mundo.

Será el relato de una historia imposible, de una cuerda que se tensó demasiado, de risas a medias, de billares en esquinas, de idas y venidas. Una chica con el pelo largo, los ojos color caramelo, con sonrisa adictiva, con más gestos que palabras, con la respuesta siempre preparada. Un chico con media vida detrás, de madurez reciente, de ojos verde camuflaje, de promesas por cumplir, de felicidad incontrolada. Dos historias que, pese al tiempo, han vuelto a encontrarse. Esta vez, con la cara al descubierto, con el alma lavada. Ya son dos adultos, frente a frente, con sus miedos y sus inseguridades sobre la mesa.

Pero, como tantas cosas incomprensibles, esa historia no puede seguir adelante. Y llega la pausa. No sé con certeza si se trata de un punto y seguido o del odiado final. Cada uno escogió su camino, lejos del otro. Como si de una foto se tratase, tú elegiste el lado izquierdo y yo el derecho. Lo único que sé es que todo arde, en tu vida y en la mía. E intentamos mantener la calma, porque nos lo prometimos. Porque ya no queda tiempo para los dos. Únicamente tenemos tiempo de salvarnos y, con suerte, algún día podremos volvernos a encontrar. Sin hacernos daño, sin dejar al corazón a medio latir. Confío en que el fuego se apague para entonces.


Hoy sé que todo arde, 
el camino de los dos 
se nos llenó de piedras.


domingo, 23 de septiembre de 2012

No voy a volver...


El mismo escenario. Una estación de tren. Otra despedida. Pero esta vez la definitiva. El tren parado con los pasajeros ya acomodados. Solo faltas tú por subir. El macuto en el suelo, miradas que se aguantan por última vez. Lágrimas tímidas consiguen salir a la luz. Cinco minutos para el fin. Dos abrazos más y el ya clásico beso en la frente. Media vuelta, sin verte marchar. Así acaba nuestra historia. Así termina otro de nuestros miles de bucles. Pero ambos sabemos que ya no vendrán más. Reconozcámoslo, somos autodestructivos.

Siempre hay unas pocas personas en la vida en las que confías plenamente, con los ojos cerrados. Simplemente porque sabes que te quieren, más de lo que imaginas. Y te apoyas en ellas, más de lo que deberías. Pero, a veces, esas personas no pueden estar ahí todo el tiempo que deseas. Porque es alargar la agonía, someter al corazón a un estado de inquietud constante, avivar esperanzas imposibles. Y el momento de anteponer el deber al querer, los minutos de decir el adiós definitivo se hacen insufribles. Pasará una semana y te darás cuenta realmente de que esa persona no está ahí, todo te recuerda a que ya no forma parte de tu vida, que está a kilómetros de ti. Hasta entonces no sabes realmente lo que es sufrir una pérdida voluntaria. Es querer y no poder, obligarse a uno mismo a mirar hacia adelante. Una sola mirada al pasado puede implicar una recaída de la que ya no estamos preparados.

La única solución es pensar que hay que vivir el presente, el aquí y el ahora. Guardarte en el pasado y acomodarte en un rinconcito donde ya no duela. Y solo así, con el paso del tiempo, te das cuenta de que realmente hay más vida alrededor. Que “no todo se acaba aunque tú acabes”. Poco a poco aprenderás a enfrentarte solo a tus miedos. Y te harás aún más fuerte. Y, aunque nos echemos de menos, sea cuando sea, debemos cumplir lo que nos prometimos, porque solo así conseguiremos salvarnos. Únicamente así podremos ser felices.

Ya sabes de sobra todo lo que queda por decir, lo que nunca nos atrevimos a decir y lo que siempre se ha dicho. Toda esta inmensidad condensada en nueve meses. Y cinco años más. Con los mismos y, a la vez, diferentes protagonistas. Vive, disfruta y aprovecha tu vida. Yo, a cambio, te prometo buscar el lado positivo de las cosas, sobreponerme a todas las situaciones y seguir siendo siempre como soy. Con sonrisa incluida. Es una promesa. Y nuestras promesas son, como sabes, sagradas.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

A veces niña, a veces mujer.


Miras atrás. De estas veces que te descuidas y te quedas más tiempo del recomendable mirando fotos. Recordando miradas, sabores, olores olvidados. Tardes arrinconadas en cajas de cartón. Cuerpos sobre la hierba, sin nada qué hacer, nada por lo que preocuparse. Tranquilidad y calma. Aroma a jazmín, hojas cayendo sobre la cara. Amores platónicos que colgaban de las paredes, acordes de guitarras desterrados. Risas ahogadas debajo del pupitre, peluches que saltan al escenario. Dulces amargos, caricias soñadas.

 El tiempo pasaba despacio. La vida rápido.

Hace exactamente seis años. Con el pelo más corto, unas cuantas curvas menos y más pecas. Alguna que otra ilusión más, experiencia por adquirir, con el corazón ya remendado. Quería echar a volar de allí. Y volé. Lejos. A 300 Km exactamente.

Ahora, con el pelo infinitamente más largo, el cuerpo bien formado, pecas vergonzosas, más resistente y con unas cuantas decepciones a cuestas. La cara más alargada, la sonrisa aún más grande si cabe. La misma mala leche, destellos en el corazón, paisaje de encina en mis ojos. Mimosa incontrolable, olvidadiza crónica.

En definitiva: a veces niña, a veces mujer.


lunes, 16 de julio de 2012

Que te quiero. Y adiós.


Aquella última despedida. Un portal cualquiera de testigo. Un inminente final. Un abrazo endeudado. Ingredientes perfectos para unas lágrimas contenidas. Aunque no siempre se llora de tristeza. Quizá retener el agua salada en los ojos evitase pensar en su aspecto puramente negativo. El adiós definitivo no debía ser así. Pese a esa desagradable determinación, un bonito trasfondo estaba tatuado en nuestra memoria. Pero el momento y unas copas de más impidieron la despedida pensada. Si me lo permites, hagamos un simulacro. 

Túmbate en el suelo, en medio de la calle. Qué más da. En estos momentos el resto de la gente importa bien poco. Yo me tumbo a tu lado. Mírame tan solo un minuto. Y ahora cierra los ojos. Olvida el día, la hora y el lugar en donde estamos. Tan solo estamos uno al lado del otro. Y ahora únicamente piensa aquellos momentos que has retenido en fotografías mentales. Empezaré yo. Skypes que acercan kilómetros, mojitos con mucho azúcar moreno, calles de noche desiertas, Tengo 26, un viaje en cercanías, dos perdidos por Madrid, mañanas de biblioteca, bolis que dan vueltas, un baño en agua con olor a charca, carambolas, un colgante de tortuga, una camiseta "perdida", un enano con un gato en el hombro, cielos que dan vueltas, hoyuelos gemelos, desenfoques traicioneros. 

Es el momento de dar tregua a los ojos. Dejo que las lágrimas se derramen lentamente por mi cara. Pero, ya he dicho, no es la tristeza lo que las motiva. Te toca a ti. Seguro que tu lista es más larga. Ya sabes de mi falta de memoria. Sé que no puedo saber lo que piensas, pero aún así espero poder conocer tus tatuajes algún día. Recuerda este absurdo juego que nunca me atreví a hacer. Y todo lo que vivimos. Olvida ese portal desconocido y el horrible momento del adiós. Difumínalo hasta hacerlo desaparecer. Quédate solo con esos recuerdos mágicos que dibujan nuestra historia. Y, ya sabes, guárdala con el resto de cosas en esa caja, la de los besos en la frente.

No se te olvide. Cuídate, (te aseguro que) nos debemos la vida.


Gritarte en silencio una palabra más: adiós.
Hoy intento escribir lo que ayer no supe decir,
aunque sé  que ya no servirá. 
Pero ya te has ido y,
aunque no te olvido, 
debo despedirme de ti una vez más.
Sin más palabras, sin más suspiros,
que el de tu voz.
Y solo decirte que te quiero.
Que te quiero. Y adiós.


jueves, 12 de julio de 2012

Trece


Conversación infinita después de un largo tiempo. Y es que ya son tres años desde que acabamos el colegio. Yo aún me acuerdo del momento exacto en que comenzó nuestra bonita amistad. Era un día de diario por la tarde y yo estaba asomada al balcón de mi casa con mi padre. Una niña rubia pasa por la calle, había estado en mi clase desde infantil, pero nunca habíamos coincidido en el mismo grupo. Un saludo. Padres que se ponen a hablar. Se mudaba una calle más abajo. “Ahora podéis ser amigas”, nos dijeron nuestros respectivos padres. Y, aunque nos sonó forzado, empezamos a pasar cada vez más tiempo juntas.

Teníamos 8 años. Ahora, recién cumplidos los 21 para una servidora y camino de ellos para la rubia. Trece años. Suena a poco tiempo dicho de una sola vez. Repitámoslo pausadamente: T R E C E. ¿Quién nos diría que después de tanto tiempo seguirían las cosas igual? Aun cuando nos separen 500 Km. Sigues ahí. Para todo. Es bonito ver cómo dos personas que se quieren, aunque no hablen a menudo y cada una haya seguido caminos diferentes y alejados, mantengan la misma relación de siempre.

Tardes tumbadas en la cama, con los pies en lo alto, de peluquería experimental, noches en el poli, de cuchicheos nocturnos, de rasgueos de guitarra. Canciones importantes, paseos con el panadero, la tijerilla, el primer puntillo, una cama de 90 compartida, un abrazo necesario.
Media vida compartida. Y la que queda.

Recuerdo el tiempo que dejé atrás,
olor a tizas y a tierra mojada.
Cierro los ojos y allí está ella,
con su dulce mirada.
Su sonrisa siempre me acompaña.
En la distancia, noto su presencia.
Cuando yo caigo,
ella da mis pasos.
Cuando no puedo ver,
ella abraza mi silencio.
Cualquier persona desea recibir algo a cambio;
sin embargo, ella nada.
La vida se inmortaliza en imágenes,
pero vacía está sin las palabras.


lunes, 5 de marzo de 2012

Te odio.

Te odio. Me gustaría poder decirlo. Y más me gustaría poder creérmelo. Sería todo mucho más sencillo. Te echaría las culpas de haber irrumpido en mi vida, de revolvérmela. Te odiaría por decirme adiós, por no saber cuándo volveré a verte. Pero no puedo. Aunque sepa que estarás olvidándome, que intentas pasar página. Y tampoco sería justo. Pero esta decisión me está matando. Me mata no saber de ti, no escuchar tu voz, no poder contarte qué tal me ha ido el día… Solo han pasado tres días y ya se me está borrando tu forma de sonreír, la manera tan natural con la que me tranquilizabas… Y es que esto no estaba en mi planes, ni el principio ni el desagradable final. Por eso me gustaría poder odiarte y así olvidarte y dejar de fingir que me da igual. Permíteme decírtelo una sola vez, aunque sabes de sobra que no lleva el significado real: TE ODIO.


domingo, 26 de febrero de 2012

Y aprieto los dientes. Otra vez.

Genial. Ahora ni inspiración para escribir. Me encanta esta etapa anti productiva, sí señor.

viernes, 24 de febrero de 2012

Siempre.

Siempre me quedará tu olor, un beso en la cabeza, bolígrafos que dan vueltas, mañanas de biblioteca, un Ferrol imposible, un no te quiero tanto y esa sonrisa. Siempre me quedarás tú. Aunque sea en un huequito pequeño. Siempre estarás ahí.


lunes, 20 de febrero de 2012

Cuando tu mundo se tambalea, se derrumba. Y tienes que elegir un camino. Sabes que nunca estarás sola, pero la decisión debes tomarla tú misma.


domingo, 15 de enero de 2012

Quizá sea esta vez.

Unos cuantos años después. En esa ciudad donde se conocieron, su lugar. Tras doblar una esquina cualquiera de una calle sin nombre sus miradas se cruzan de nuevo. Después de tanto tiempo. Allí, otra vez. Como dos extraños, como dos cómplices de un pasado que nadie más conoce. Quizá porque nunca se supo o simplemente porque es demasiado complejo como para que personas ajenas lo entendieran.

Y fueron capaces de sostenerse la mirada durante unos segundos. Unos segundos que se hicieron eternos y permitieron que miles de recuerdos aflorasen a sus mentes.

Sus cabezas se giraron para volverse a ver, una vez más. Fue inevitable que apareciera una sonrisa en sus caras. Bastaron solo unos segundos para comprender el jeroglífico que abandonaron hace tiempo. Quizá esta vez sea el momento y se atrevan a quererse.



Reinventarse.

He decidido volver al blog. Pero esta vez de manera diferente. Solo eso. ¡Buenas noches!