jueves, 1 de mayo de 2014

Eres.

Jamás pensé que una sola persona pudiera ser tanto.

Eres aquella casualidad que se volvió causalidad. La sonrisa que enamora, los labios que callan. Eres la cara más bonita una mañana de domingo, los brazos que me abrigan por la noche y todo el amor que cabe debajo de la espuma de un buen café. Eres el descaro más tímido que jamás conocí, la mirada menos inocente. Eres una cara de cabrón convertida en corderito en tan solo dos segundos y medio.

Eres la camisa negra más sexy de toda la ciudad. El único gin tonic, lo más cierto en horas inciertas. Eres la cara de felicidad de un niño y la madurez repentina de un adulto. La foto más cani de cualquier servicio de trabajo, la persona más elegante detrás de un mandil. Eres el abrazo más necesario, mi voz preferida, el kilómetro más cercano. Eres el impulso que arrasa con todo.

Eres el sentimiento más puro, el acorde preciso, la lágrima siempre contenida. Eres el desastre más perfeccionista, el ukelele más flamenco. Eres el refugio detrás de cada huida, la parte proporcional de mi locura. El jazz más bonito de una noche de jueves, la única manera de entender la música.

Eres siempre un cigarro a medio consumir, la mano que nunca conduce. Eres la silueta de aquellos atardeceres, mi barba favorita. Eres un gorro calado por las calles madrileñas, una púa en un monedero. La mejor foto en blanco y negro, el pelo más despeinado. Eres el posible futuro tras las fronteras, mi vida y media.


Aunque con un simple ERES me vale

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