lunes, 16 de julio de 2012

Que te quiero. Y adiós.


Aquella última despedida. Un portal cualquiera de testigo. Un inminente final. Un abrazo endeudado. Ingredientes perfectos para unas lágrimas contenidas. Aunque no siempre se llora de tristeza. Quizá retener el agua salada en los ojos evitase pensar en su aspecto puramente negativo. El adiós definitivo no debía ser así. Pese a esa desagradable determinación, un bonito trasfondo estaba tatuado en nuestra memoria. Pero el momento y unas copas de más impidieron la despedida pensada. Si me lo permites, hagamos un simulacro. 

Túmbate en el suelo, en medio de la calle. Qué más da. En estos momentos el resto de la gente importa bien poco. Yo me tumbo a tu lado. Mírame tan solo un minuto. Y ahora cierra los ojos. Olvida el día, la hora y el lugar en donde estamos. Tan solo estamos uno al lado del otro. Y ahora únicamente piensa aquellos momentos que has retenido en fotografías mentales. Empezaré yo. Skypes que acercan kilómetros, mojitos con mucho azúcar moreno, calles de noche desiertas, Tengo 26, un viaje en cercanías, dos perdidos por Madrid, mañanas de biblioteca, bolis que dan vueltas, un baño en agua con olor a charca, carambolas, un colgante de tortuga, una camiseta "perdida", un enano con un gato en el hombro, cielos que dan vueltas, hoyuelos gemelos, desenfoques traicioneros. 

Es el momento de dar tregua a los ojos. Dejo que las lágrimas se derramen lentamente por mi cara. Pero, ya he dicho, no es la tristeza lo que las motiva. Te toca a ti. Seguro que tu lista es más larga. Ya sabes de mi falta de memoria. Sé que no puedo saber lo que piensas, pero aún así espero poder conocer tus tatuajes algún día. Recuerda este absurdo juego que nunca me atreví a hacer. Y todo lo que vivimos. Olvida ese portal desconocido y el horrible momento del adiós. Difumínalo hasta hacerlo desaparecer. Quédate solo con esos recuerdos mágicos que dibujan nuestra historia. Y, ya sabes, guárdala con el resto de cosas en esa caja, la de los besos en la frente.

No se te olvide. Cuídate, (te aseguro que) nos debemos la vida.


Gritarte en silencio una palabra más: adiós.
Hoy intento escribir lo que ayer no supe decir,
aunque sé  que ya no servirá. 
Pero ya te has ido y,
aunque no te olvido, 
debo despedirme de ti una vez más.
Sin más palabras, sin más suspiros,
que el de tu voz.
Y solo decirte que te quiero.
Que te quiero. Y adiós.


3 comentarios:

  1. Me encanta el blog, esta entrada el genial, me identifico bastante con muchas partes. Es genial, te sigo :)
    http://noviembreeee.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias!! Yo ya me he pasado por el tuyo... Siempre me ha gustado noviembre ;)

    ResponderEliminar