lunes, 4 de marzo de 2013

En diferido


Vivimos demasiado rápido. Corremos hacia todos lados, aún sin saber hacia donde vamos. Recorremos las calles mirando al suelo o a la pantalla del móvil. Comemos y bebemos deprisa. Dormimos poco. Hacemos planes perfectamente estructurados. No dejamos de teclear.

Olvidamos el encanto de una sonrisa desconocida a la vuelta de la esquina, el olor del café o el aire de la mañana en la cara. No dedicamos tiempo para desperezarnos con calma, o posar la mirada en los ojos del que se acaba de cruzar. No nos damos cuenta de que justo en el momento en que atiendes al whatsapp, está sonando tu canción favorita en la radio. Ya no escuchamos la lluvia golpear en el alféizar de la ventana mientras permaneces tumbado en la cama. No saboreamos los besos, ni disfrutamos del placer de un buen abrazo. No diferenciamos los matices de las caricias.

 No dejamos lugar a la improvisación de una tarde de domingo. Hace tiempo que no escribimos nada personal a mano, ni siquiera sabemos la letra de quien está a nuestro lado. Ya no memorizamos ni el número de teléfono de esa persona tan importante. Ni registramos el timbre de su voz. Olvidamos el significado de la palabra disfrutar si no viene acompañada de una copa.


Vivimos en diferido. 




Y olvidamos lo bonito de la vida.



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