martes, 9 de octubre de 2012

8 mm


Unas cuantas semanas después. Personas que entran y salen de mi vida en cuestión de horas. Y me encuentro rodeada de desconocidos que juegan a conocerme. De explicaciones sin sentido, de chupitos sin un brindis concreto. De mareos sin un punto de apoyo, de sonrisas sin hoyuelos. De una voz que te explica que son ocho los milímetros que una tecla de piano desciende al ser presionada. De versiones de los Beatles y miradas que se escapan.

Y el mundo se empeña en hablarme de ti, pero yo no quiero escucharle. No puedo permitirme echarte de menos. Porque ya no podría parar nunca. Medio mes evitando echar de menos las cosas que una vez eché de más. Pero lo cierto es que te veo en cada ojos verdes, en cada persona con tu olor, detrás de un “idiota” y en el interior del acorde de cualquier canción. Porque he decidido volverme loca cuando tú te has vuelto cuerdo.

Sigo sin rumbo definido, sin dejar que mi mente asimile que te has ido. Para siempre. Me subo a un par de tacones y salgo a comerme el mundo. Mientras, tú intentarás no encontrarme, perdido en otros brazos. Y solo me queda fingir que eres un espejismo. Para alejarte. Aún más. Es autoconvencerme de que ya no me haces falta. De que mis heridas están casi cicatrizadas. Pero todo se complica cuando llega el domingo. Mojo mis ganas de llamarte en un café de media tarde. Y solo entonces me permito recordarte unos minutos. Como entonces te despedí, de pie en la estación, con media vida corriendo tras de mí, con los ojos empapados en ayer. En un ayer que hoy ha quedado olvidado.




1 comentario:

  1. Esta entrada es preciosa, me identifico profundamente, perfecta. Un beso <3

    ResponderEliminar