viernes, 9 de noviembre de 2012

2:44


Aún me acuerdo de aquella mañana. Del momento exacto en el que me di la vuelta y únicamente me salió decirte “hola”, con una enorme sonrisa. Aún recuerdo aquel beso robado en una esquina sin significado. Y lo nervioso que te ponías cuando me acercaba lentamente. Todavía siento tu olor impregnado en las sudaderas que inocentemente me prestabas. Y aquellas frases escritas en papeles de cuadros.

Yo entonces era una chiquilla loca, desencantada del amor y segura de mí misma. Y tú, aquel musculoso chico capaz de hacer cualquier cosa por mí. Era una época teñida de colores cálidos, en las que el vello se erizaba con frecuencia. Aún no estaba acostumbrada a tus besos en mi nuca, ni al calor de tu cuerpo. Pero sobró tiempo para darme cuenta de que aún no había descubierto muchas cosas de ti. Que tu espalda se convertiría en mi perdición y que tus oscuras pestañas llegaban a ser las más hermosas del mundo.

Tú alimentabas mis ganas de volar, me sujetabas cuando estaba a punto de caer y me repetías las veces necesarias lo bonita que era. Tan solo hacían falta tus manos y mi sonrisa para completar una noche cualquiera. Aun siendo tan distintos. Nuestras bocas no entendían de diferencias, ni de cordura. Yo simplemente me dejaba querer, por primera vez. Y tú me enseñabas a creer.

La niña se convirtió en mujer y te entregó cada una de sus nuevas curvas. Acabé por dejarte mi vida en tus manos y regalarte una parte de mi banda sonora. Aposté por ti aun cuando dejaste de creer en ti mismo y luché con todas mis fuerzas para que nuestra historia fuese en versión original. Mi cama siempre siguió guardando tu silueta y aún espera a que vuelvas para calentarla.





2 comentarios:

  1. Esta entrada es preciosa, en serio, me encanta. Un besazo guapa <3

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  2. Es realmente bonita, tanto en lo que dice como la forma en que lo dices..
    Y espero que vuelva a calentar ese lado de la cama.. :)
    Bonita la foto! =)
    Mil besos!!

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