Aún me acuerdo
de aquella mañana. Del momento exacto en el que me di la vuelta y únicamente me
salió decirte “hola”, con una enorme sonrisa. Aún recuerdo aquel beso robado en
una esquina sin significado. Y lo nervioso que te ponías cuando me acercaba lentamente.
Todavía siento tu olor impregnado en las sudaderas que inocentemente me
prestabas. Y aquellas frases escritas en papeles de cuadros.
Yo entonces
era una chiquilla loca, desencantada del amor y segura de mí misma. Y tú, aquel
musculoso chico capaz de hacer cualquier cosa por mí. Era una época teñida de
colores cálidos, en las que el vello se erizaba con frecuencia. Aún no estaba
acostumbrada a tus besos en mi nuca, ni al calor de tu cuerpo. Pero sobró
tiempo para darme cuenta de que aún no había descubierto muchas cosas de ti.
Que tu espalda se convertiría en mi perdición y que tus oscuras pestañas
llegaban a ser las más hermosas del mundo.
Tú alimentabas
mis ganas de volar, me sujetabas cuando estaba a punto de caer y me repetías
las veces necesarias lo bonita que era. Tan solo hacían falta tus manos y mi
sonrisa para completar una noche cualquiera. Aun siendo tan distintos. Nuestras
bocas no entendían de diferencias, ni de cordura. Yo simplemente me dejaba
querer, por primera vez. Y tú me enseñabas a creer.
La niña se
convirtió en mujer y te entregó cada una de sus nuevas curvas. Acabé por
dejarte mi vida en tus manos y regalarte una parte de mi banda sonora. Aposté
por ti aun cuando dejaste de creer en ti mismo y luché con todas mis fuerzas
para que nuestra historia fuese en versión original. Mi cama siempre siguió
guardando tu silueta y aún espera a que vuelvas para calentarla.
Esta entrada es preciosa, en serio, me encanta. Un besazo guapa <3
ResponderEliminarEs realmente bonita, tanto en lo que dice como la forma en que lo dices..
ResponderEliminarY espero que vuelva a calentar ese lado de la cama.. :)
Bonita la foto! =)
Mil besos!!