Como dos desconocidos que no saben cómo tratarse. Como si cuatro años hubieran desaparecido de repente. Y solo quedaran los restos de lo que un día fuimos.
Me paro a pensar y no encuentro el punto exacto en que nos descarrilamos. Quizá es que en la vida real no existen puntos de inflexión definidos. Todo ocurre deprisa y sin avisar. Nos pilla desprevenidos e indefensos.
Cierro los ojos y la duda me invade por un segundo. Parece que fue ayer cuando me di la vuelta y le sonreí por primera vez. Luego abro los ojos y siento que ha pasado una eternidad. Agridulce contradicción.
Y soy sincera. Nos echo de menos. Cuando éramos felices. Cuando él me completaba. Cuando un simple beso era suficiente. O una media noche a duermevela con ese olor que ya se está evaporando.
Ahora nada es suficiente. Ni su espalda ni mi sonrisa. Y solo quedan las cenizas de lo que antes era fuego. Dispuestas a que alguien las recoja y les dé un sitio. Pero aún es demasiado doloroso. Y yo ya no soy tan fuerte como antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario