lunes, 28 de enero de 2013

M de reproche.


Anochece al otro lado de mi ventana. Y mi mirada se pierde en la nada. A través del cristal se esconde todo aquello que una vez tuve. Mi ciudad, sus calles y sus colores. Pero ya no respiramos el mismo aire. Contuve la respiración durante demasiado tiempo y ahora espiro tan solo aquello que no llegamos a consumir.

 Siento la nostalgia del pasado. Esa melancolía que me paraliza para, segundos después, escapar por mis ojos. En forma de lluvia. Gotas que corren por las mejillas, brillando a contraluz. De esa lámpara que recuerda tanto. En forma de imágenes de medianoche. Y que ahora está apagada.

Y me doy cuenta de que el frío todo lo complica. Quizá sean mis pies helados en la cama, darme la vuelta y no encontrar aquellos brazos que me protegían la noche. Esas pupilas clavadas en las mías. Un beso en la cabeza y su respiración en mi nuca. Ardíamos por dentro y nos quemábamos los labios, a pesar de que fuera se congelara el mundo.

Hoy la que se congela soy yo. Y me pregunto en qué momento todo cambió. Cuál fue el punto exacto en el que mi cama dejó de llamarte, aunque siga extrañándote los domingos. Mi cuerpo se tambalea y me agarro a quien me sujete firmemente. Pero mi nuca aún no se acostumbra a la falta de tus labios. Ese perfume sigue encerrado en una caja de cartón y los restos de algo que una vez sucedió están repartidos por la habitación.


Quizá no sea bueno mirar al cielo las noches 

de luna llena. 



Con la M de mi nombre...

1 comentario:

  1. En teoría no hay un momento exacto, es un proceso del que no nos vamos dando cuenta (a veces no queremos verlo) hasta que un día, entonces sí, lo hacemos. Y es muy duro...

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