Me llevó un tiempo darme cuenta de aquella mentira. Esa de que tenemos
nuestra otra mitad en algún lugar del mundo.
Por fin aprendí que no necesitamos
a nadie para estar completos. Ya tenemos dos piernas, dos brazos y un corazón
con las dos mitades para nosotros solos. Que no es bueno depender de una única
persona en los tiempos que corren.
Una ciudad diferente, experiencias dolorosas y un corazón sin respuestas.
Cuando ser fuerte no es una opción, sino una necesidad. Cuando no queda otra
que sostenerte a ti misma. Y aguantar la mirada. Y las ganas de llorar. Es
entonces el momento de abrir los ojos y mirar hacia adelante. Puedes caminar
sola. No se necesitan hilos de títeres que nos dirijan el camino.
Que la vida ya es demasiado complicada y el camino largo, como para preocuparse por una parte de nosotros que ya tenemos. Desde que aprendimos a tomar decisiones, a elegir nuestro camino.
Somos una unidad. Enteros. Únicos.
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